Danny, un adolescente muy
reservado, acaba de trasladarse con su familia a un pequeño pueblo del estado
de Nueva York. Es la última de las incontables mudanzas a las que los Pope se
han visto obligados. Y es que, durante los años 60, sus padres, Arthur y Annie
Pope, hicieron saltar por los aires un laboratorio de napalm para mostrar su disconformidad con la guerra de Vietnam y
han llevado desde entonces una vida de prófugos.
Tal es el argumento de la magnífica y olvidada Un lugar en ninguna parte (Sidney Lumet, 1988), protagonizada por
el malogrado River Phoenix. ¡Ay!
El caso es que a Danny le
resulta, como es normal, muy difícil asentarse y hacer amigos, pues siempre
debe estar alerta y no puede sincerarse por completo. A su amiga Lorna le
extraña la reserva del recién llegado y así se lo hace notar en este clip, con
¡faltaría más! una nueva referencia a la cultura clásica.
“Podrías haber nacido de la
cabeza de Zeus”, le dice. No es el caso de Danny pero sí el de una figura
esencial de la mitología griega y vuestra tarea, pequeños saltamontes, es encontrar a qué mito se hace referencia y
resumirlo en unas pocas líneas. Es el último concurso del año 2018 y hay en
juego, como siempre, 1 pto. extra para el examen de estaevaluación y, por
supuesto, algo más.
Ahora que ya sabemos, plus minusve, leer latín, vamos a adentrarnos en una de sus principales peculiaridades gramaticales: el caso. Recordemos, para empezar,
qué es eso de “categoría gramatical”, contenidos de
expresión obligatoria según clases de palabras. Englobamos bajo la
etiqueta de categoría gramatical todos aquellos significados que debemos
expresar obligatoriamente cada vez que decimos un nombre, un verbo...
Tomemos, por ejemplo, el
sustantivo “niñas”, que significa ‘persona de corta edad’, ‘femenino’, ‘plural’.
O el sustantivo “anciano”, que significa ‘persona de elevada edad’, ‘masculino’,
‘singular’. De todos estos contenidos, hay algunos que no son obligatorios (‘persona
de corta edad’, ‘persona de elevada edad’...). De hecho, hay muchísimos
sustantivos que no tienen tales significados. Sin embargo, los otros
contenidos, que englobamos bajo el nombre de género y número, están soldados al
sustantivo. ¡Premio para el que sea capaz de decirme un sustantivo sin
expresar, al mismo tiempo, su género y su número! ¿Alguien? ¿No? ¿No? O para el
que sea capaz de decir una forma verbal sin expresar, a la vez, su persona,
número, tiempo, modo y voz. ¡Imposible también! Pues bien, esos contenidos que
expresamos obligatoriamente son las categorías gramaticales.
En latín y el griego las
categorías gramaticales del sustantivo son el género, el número y, por
supuesto, el CASO. Decimos que el
caso es cada una de las variaciones formales que experimenta un sustantivo según
su función en la oración. Véamoslo, de nuevo, con ejemplos. En las siguientes
oraciones la palabra “lobo” desempeña diferentes funciones:
El
lobo
acechaba a su presa (Sujeto)
¡Qué dientes tan grandes
tienes, lobo! (Apelación)
Los cazadores apresaron al lobo (Complemento Directo)
La resistencia del lobo es enorme (Complemento del Nombre/ T. Adyacente)
Los cazadores le dieron al lobo su merecido (Complemento Indirecto)
La niña de la caperuza
roja se encontró con el lobo
(Complemento Circunstancial)
Si prestáis atención a
estos ejemplos, veréis que en todos ellos la palabra “lobo” desempeña
diferentes funciones y que, no obstante, no ha variado su forma. Pues bien, en
latín -y en griego- su final habría cambiado en cada ocasión. Y cada uno de
esos finales recibe el nombre de caso y sirve para una o varias funciones
sintácticas.
El peor de los monarcas latinos
fue, con diferencia, Tarquinio el
soberbio, el último de ellos, de hecho. Fue durante su reinado cuando se
produjo la violación de Lucrecia,
que terminaría desencadenando el final de la monarquía. Cuenta Tito Livio cómo
un día se hallaban Sexto Tarquinio, sobrino del rey, y su primo Tarquinio
Colatino en una de las múltiples guerras de conquista que por aquella época
sostenía Roma y surgió la disputa de cuál de las esposas era más virtuosa.
Decidieron ambos sorprender a sus respectivas esposas para ver cómo pasaban el
tiempo en ausencia de sus maridos. Encontraron a la esposa de Sexto Tarquinio
celebrando un banquete, mientras que Lucrecia, esposa de Tarquinio Colatino,
estaba recogida en casa tejiendo en compañía de sus esclavas. Perdió, pues,
Sexto Tarquinio la apuesta y, además, desarrolló un fuerte deseo hacia
Lucrecia. Al cabo de unos días, se presentó de nuevo ante esta, ya en
solitario, y se introdujo en su lecho. Se resistió Lucrecia a sus peticiones
pero entonces la amenazó con quitarle la vida e introducir después en su lecho
a un esclavo para que se creyera que había muerto en falta y deshonrada. Cedió
entonces Lucrecia ante las presiones. Al día siguiente hizo llamar a su marido,
que acudió raudo en compañía de su amigo Bruto. La encontraron destrozada,
dispuesta a quitarse la vida para que ninguna mujer en adelante viviera en
deshonra siguiendo su modelo. Intentaron disuadirla Colatino y Bruto alegando
que no había falta donde no había intención. Fue en vano. Lucrecia se quitó la
vida.
Cuando se extendió la noticia
entre los romanos, cundió la indignación y decidieron en el Senado poner fin al
régimen monárquico y expulsar a Tarquinio el Soberbio de Roma.
Se inició entonces la República romana y desde aquella fecha (509 a. C.) todo fue republicano en
Roma, según afirma Indro Montanelli refiriéndose al odio visceral que los
romanos tenían por la monarquía (753-509 a. C.).
Veíamos el otro día cómo, según
la leyenda, Roma fue fundada por Rómulo en el 753 a. C en un enclave situado a orillas del río Tíber, en la
región del Lacio, y protegido por siete
colinas: Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino, Palatino y Capitolio.
La Historia de Roma se divide
en tres grandes etapas según su
régimen político:
Monarquía (753-509 a. C.)
(< gr. μόνος-ἀρχή: ‘gobierno de uno solo’)
República (509-27 a. C.)
(< lat. res publica: ‘cosa pública’)
Imperio (27 a. C.-476 d. C.)
(< lat. imperium: ‘mando militar
absoluto’)
A lo largo del curso, veremos
algunos de los episodios más célebres de cada una de estas etapas. Empecemos,
pues, por la monarquía.
El primer rey de Roma fue
Rómulo, su fundador, que tuvo, desde muy pronto, la intención de hacer
prosperar la nueva ciudad.
Sin embargo, no había en la partida de Rómulo mujeres
con las que los romanos pudieran formar sus familias. Invitaron, pues, a los sabinos, un pueblo vecino, a un gran
banquete y, mientras estos estaban de celebración, los romanos raptaron a sus esposas, mujeres e hijas. Se inició
entonces una guerra entre ambos pueblos, uno de cuyos episodios más célebres
tiene por protagonista a la joven Tarpeya.
Según el relato de Tito Livio, la joven Tarpeya era hija del oficial al mando de la guarnición
romana y se comprometió a traicionar a su pueblo y facilitar el paso a los
sabinos a cambio de lo que estos llevaban en el brazo izquierdo. Creía, ingenua
ella, que iba a recibir los brazaletes de oro, cuando lo que obtuvo a cambio de
su traición fue la muerte, aplastada
por el peso de los escudos que los sabinos portaban también con la zurda. Su
nombre se convirtió en el de la roca
desde la que, desde entonces, los romanos arrojaron a todos los traidores.
En cuanto a la guerra, las propias sabinas raptadas,
hartas de ver cómo sus padres, hermanos y “maridos” se daban muerte unos a
otros, le pusieron fin, tal como se representa en el cuadro que podéis ver a
continuación.
"El rapto de las sabinas", J. L. David
(1799)
Rómulo y Tito Tacio, líder de los sabinos, iniciaron
un reinado conjunto. La muerte de este último dejó a Rómulo como único rey.
Tras muchos años de reinado, Rómulo desapareció durante una noche de tormenta.
Según la leyenda, fue arrebatado por los dioses, que lo convirtieron en el dios
Quirino.
Bemidji, Minnesota (EE.UU). Un frío
que corta la respiración y un asesino a sueldo incapaz de empatía alguna que se ve obligado a detenerse en tan apartado
pueblo por un accidente casual. Tal es el punto de partida de Fargo, una magnífica serie que no
deberíais perderos; no solo por su calidad, sino porque, como buena parte de la
ficción televisiva de hoy día, incluye alguna que otra referencia al mundo
clásico. Aquí os dejo un pequeño botón de muestra.
Al volante, Malvo, nuestro asesino a
sueldo. De pasajero, un más que angustiado “Griego”. Y un diálogo que plantea
interesantes cuestiones:
1. ¿A qué se
refiere Malvo con su metáfora de los
romanos como lobos?
2. ¿A qué
autor latino debemos la máxima que da título a esta entrada y que se puede
traducir como “el hombre es un lobo para el hombre”? ¿Qué filósofo la
popularizó muchos siglos después?
1. Si hacéis memoria, al acabar la Ilíada de Homero habíamos dejado al
ejército griego a las puertas de Troya, que parecía inexpugnable. Lo fue, al menos, hasta que Odiseo, “héroe de muchos recursos”, ideó un plan genial. Engañarían
a los troyanos haciéndoles creer que se habían retirado y marchado a Grecia y
dejarían como única huella un enorme caballo
de madera en cuyo interior se esconderían los mejores guerreros griegos.
Los troyanos, pese a las advertencias de Casandra
y de Laoconte –“temo a los griegos, incluso cuando traen regalos”-, cayeron en
la trampa y por la noche salieron los griegos del interior del caballo y
pasaron a sangre y a fuego la ciudad de Troya, que durante diez años había
resistido a una guerra abierta a la luz del día.
Sin embargo, uno de los príncipes
troyanos, Eneas, consiguió escapar
gracias a la advertencia de la sombra del difunto Héctor, que se le apareció en
sueños para advertirle del peligro y encomendarle la fundación de una nueva
Troya –he aquí la futura Roma-. Escapó Eneas de Troya junto con su padre
Anquises, su hijo Ascanio –también llamado Iulo- y su mujer Creusa, a la que
perdió en la confusión de la noche. Tras múltiples aventuras y desventuras por
el Mediterráneo –entre ellas sus amoríos en Cartago con la reina Dido-, llegó Eneas a la Península
Itálica, a la región del Lacio, regida por el rey Latino, con cuya hija Lavinia
terminó por casarse tras derrotar a los rútulos. Ambos fundaron una ciudad de
nombre Lavinio, de la que partió Ascanio para fundar Alba Longa.
Tras varias generaciones, llegaron
al trono de Alba Longa dos hermanos, Numítor y Amulio. Pero Amulio aspiraba a
gobernar en solitario y desterró a su hermano y mató a toda su descendencia. ¿A
toda? ¡No! Deja con vida a Rea Silvia, que, como vestal, estaba obligada a
permanecer virgen y, en consecuencia, no tendría descendencia. Pero hete aquí
que un día, mientras Rea Silvia dormía en un bosque, el dios Marte se enamoró
de ella, la violó y la dejó encinta.
Rea Silvia tuvo a dos hermanos, Rómulo y Remo, noticia que encolerizó a
Amulio, que hizo que los abandonaran en el río para que se ahogaran. Sin
embargo, la cesta en la que fueron abandonados encalló en un recodo, donde los
recogió una loba que los crio como propios. Las malas lenguas dicen que no hubo
tal loba sino una prostituta –de ahí, lo de “loba”- de nombre Acca
Laurentia.
Cuando crecieron, Rómulo y Remo
averiguaron su verdadero origen y retornaron a Alba Longa, donde derrotaron a
Amulio, restituyeron a Numítor en el trono y marcharon para fundar una nueva
ciudad en el lugar donde el cesto encalló milagrosamente. ¿Cómo llamar, sin
embargo, a la nueva ciudad? ¿Quién había de decidir el nombre? Ambos hermanos
acordaron, una vez fijados sus límites, que aquel que viera más aves sería el
responsable de “bautizar” la nueva ciudad. Venció Rómulo y Remo, encolerizado
por su derrota, traspasó con intencion hostil los límites previamente fijados,
de modo que Rómulo le dio muerte. ¡He aquí Roma!
Según Tito Livio, historiador romano del s. I a. C.- I d. C., dicha fundación
tuvo lugar en el 753 a. C., fecha
que adoptaron los romanos para datar: “tantos años ab urbe condita” (=
tantos años desde la fundación de la ciudad).
Nos queda tan solo averiguar a qué
autor latino debemos la expresión “el hombre es un lobo para el hombre” y qué
filósofo la popularizó en el siglo XVII y esa, amigos míos, es vuestra tarea
para el próximo día, junto con el ya tradicional resumen en vuestro cuaderno de
la leyenda de la fundación de Roma.