Adelantábamos el otro día en
clase que, después de años de alimentarse de los muchachos y muchachas que
desde Atenas se veían obligados a enviarle al rey Minos cada siete o nueve
años, según las versiones, el Minotauro acabó muriendo a manos -o mejor, puños-
de Teseo. Teseo era el hijo de Egeo, el rey de Atenas, y harto
de ver cómo los atenienses morían devorados por el Minotauro, se ofreció como
voluntario como tributo -¿os suena?-. Cuando llegó a Cnosos -en Creta,
recordad-, Ariadna, hija de Minos y
Pasífae, se enamoró a primera vista de él y le ofreció sabios consejos para
acabar con el monstruo y, sobre todo, conseguir salir del inextricable
laberinto. Cuando se adentrara en él, debía ir desenrollando un hilo que le indicara posteriormente el
camino que debía hacer a la inversa. A cambio de su ayuda debía, eso sí,
llevarla con él a Atenas, pues de otro modo ella sufriría la ira de su padre Minos.
Teseo accedió y, por supuesto, consiguió derrotar al Minotauro con sus golpes y
salir del laberinto gracias al ingenio de Ariadna. Sin embargo, no le fue muy leal
a la princesa, pues la abandonó en una isla de camino a Atenas. Eso sí, a ella
no le duró mucho el disgusto, pues pronto se encontró con Dioniso, el dios griego del vino y el desenfreno -el Baco de los
romanos, de ahí lo de bacanal-, que la convirtió en su esposa. En
cuanto a la llegada de Teseo a Atenas, no fue del todo triunfal. Tan satisfecho
iba de sí mismo, que olvidó que había acordado con su padre Egeo que si la
expedición tenía éxito debía izar en el barco velas blancas. Su padre aguardaba
impaciente en la costa y, al ver el barco sin las velas blancas, entendió que
Teseo había fracasado y muerto. No pudo soportar el dolor y se suicidó
arrojándose al mar, que, desde entonces, pasó a llamarse Egeo.
Este es uno de los mitos
griegos más célebres y pervive aún en la cultura popular. Veíamos el otro día
cómo una de las pruebas más famosas de Humor
Amarillo estaba inspirada en el laberinto y cómo los protagonistas de El nombre de la rosa, la magnífica
novela de Umberto Eco y película de Jean Jacques Annaud, conseguían salir de la
enrevesada biblioteca gracias a que Adso recordaba el ingenio de Ariadna.
Además, Eliana, una compañera vuestra de hace un par de años, apuntaba muy acertadamente que el videojuego Minecraft le hacía
un hueco al Minotauro. Aquí os dejo un vídeo que lo demuestra.
Ya lo veis, mis jóvenes amigos,
tan solo hace falta prestar algo de atención para descubrir que la cultura
clásica sigue muy, muy viva. Permaneced alertas y, por supuesto, 1. actualizad vuestro cuaderno y completad el
resumen del mito que hicisteis. 2. Completad la sección "Pervivencia" con los ejemplos tan interesantes que aparecen en clase cada día.
Valete
omnes!
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